Dedicado a mi perro Spider.
Él, tan lleno de brío. Yo, siempre agotada. Quejarse, por placer, era desgastante. Él lo sabía, y lo que es mejor, lo entendía. No sé cómo se percataba de esas cosas, pero siempre se acercaba a mí y acariciaba mis piernas con su suave cabecita. También escuchaba, con paciencia de acero, mis erradas e incautas ideas acerca de la vida. Mi necedad constante, no era un impedimento para nuestro amor. Un amor fiel e incondicional, que sólo él me ha regalado.